Todos me dicen qué te pasa
Ahora se nos han convertido en versos premonitorios y azules, para una posteridad dorada, la de Manolo Tena, y para el descanso sereno del castillo de arena.
Gris, gris, gris. Está lloviendo en toda la ciudad. Desde ayer, lluvia que ensucia. Está el día, así, como una canción de Manolo Tena. Luchadora, contenida, afónica, gris. Está el día como para la resaca de una despedida. Y llega pronto, y llega tarde. Piano alegre y afilado sobre los charcos de la calle. Y miro al cielo, cerrado a noche, azul reseco, pizarra y tiza. "La vida pasa mientras tu haces un plan que tal vez no sucederá". Así abría su último disco, luminoso y sangrante, 'Casualidades'. Porque Manolo Tena cometió la imprudencia de sobrevivir a los infiernos de su generación en un país donde -valiente paradoja- todos los buenos oficiales están muertos, como condición indispensable para sobrevivir en la memoria colectiva. Como sea, ahora también descansa él, abrazado a todas sus melancolías. "Todos me dicen qué te pasa… y yo no sé qué contestar". Yo tampoco lo sé.
Las gotas de lluvia empapan la pantalla de mi teléfono. Me sorprende el mensaje sin paraguas y bajo el aguacero. No acababa de amanecer esta noche que, gélida, parecía gritar algo entre la niebla de la bahía, y no le entendíamos por más que descifrábamos sus labios enlutados. Aclaro las letras con un dedo mientras el cielo insiste en llorar por algo. Al fin descubro el escueto mensaje de un amigo, tempranero, daga fría en la piel reblandecida de este invierno, que nunca quiere dejar de lamentar: "Ha muerto Manolo Tena". Lo leo. Lo veo. Vuelvo los ojos al cielo y lo escucho cantando, casi a dúo con Enrique Urquijo: "Soy un extraño en el paraíso / soy el juguete de la desilusión". Era Frío, de su Alarma. Era frío y yo también siento frío. Cuántas veces cantada en aquellos escenarios pequeños, cuántas veces atronadora en mi coche, cuántas veces soñada: "Las olas rompen el castillo de arena / la ceremonia de la desolación".
Manolo Tena se bajó del planeta en 2008, cuando ya casi nadie le recordaba y todas las crisis le habían azotado. Se fue a Cuba a curarse, a limpiarse, a resucitarse; como ya había escapado una vez, tiempo atrás, a Miami cuando la fama repentina de Sangre española estuvo a punto de matarlo de timidez. Y volvió hace unos meses, con las cicatrices en el rostro, las manos negras de haber sufrido, la mirada perdida pero lúcida, y la colección de canciones más sólida, sincera, e inspirada de toda su carrera: "ahora nadie me hace caso / esto son solo opiniones de un payaso". Y llegamos tarde, llegué tarde a ellas. Aún hace solo unas semanas, después de escucharlo en La Jungla de Abellán, que reparé con calma en sus nuevas canciones. Y fue el sobresalto, el vértigo, el pasmo. Toda la belleza de la obra de Manolo Tena estaba en estos temas ahora, como flores negras y densas en el jardín de cemento de este Madrid. Llegaban las letras y canciones discretas y elegantes, y prometían sobrevivirle, aunque no tan pronto… Supongo que ahora tendremos tiempo de llegar a tiempo, porque ya no importa el tiempo.
Sus 'Casualidades' son canciones de tristeza y cárcel. De poesía de patio interior, de dolor y amor, de melancolía y mar. De encierro en vida, muerte. Por la vida, morir. Y cantó desde allí, Cuba triste, habano helado, mojito sin alcohol. Cantó allí La vida por delante, bandera y espíritu de su último álbum. Ahora se nos han convertido en versos premonitorios y azules, para una posteridad dorada, la de Manolo Tena, y para el descanso sereno del castillo de arena, ya a salvo de las bofetadas del mar: "Es inútil luchar contra el olvido / Nunca en esta vida se acaba de aprender / A perder en el amor / Y así vivir es una manera de morir / Toda la eternidad".