por
Itxu Díaz (Director Popes80.com)
"Espléndida, sonriente y brillante acariciando entre sus manos ese doble directo de Los Secretos, plagado de grandes canciones de amor y
desamor" |
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Su
pelo castaño se volvía más claro en primavera. Atractiva y soñadora.
Mujer joven y entera, de gran estilo, marcada personalidad y un enorme
mundo interior encriptado tras sus ojos. Fijaba la mirada como el sol de
mediodía y le gustaba pasear en soledad las calles de su ciudad a la luz
de las últimas horas del día. Sabía llorar pero prefería reír.
Llevaba años sin creer en el amor.
Él
estaba harto de casi todo, menos de cruzarse con ella cada tarde. Era
rubio, joven y deportista. Los días más grises se refugiaba en su
apartamento a escribir cualquier recuerdo de un tiempo mejor. Casi siempre
de un amor que voló hace ya años. Le gustaba salir a hacer deporte entre
semana y encontrarse con sus amigos en las noches del fin de
semana.
Nunca
se habían parado a hablar, no se conocían. Ambos habían prometido
algún día frente al Mediterráneo que no volverían a enomorarse. Sin
saberlo, compartían una gran afición por Los Secretos desde hacía poco
tiempo. Ella apenas tenían uno o dos discos del grupo madrileño. Él
había logrado reunir ya la mitad de su discografía.
Coincidieron
una tarde en una tienda de discos. Él preguntaba a una dependienta por el
"Directo" de Los Secretos. Le dijeron que no quedaba ninguno en
ese momento, que podían pedirlo. Ella observaba el diálogo entre el
chico y la dependienta y al tiempo descubría el "Directo" de
Los Secretos, editado en 1983, entre una maraña de discos de pop
español.
Ella
avisó al joven de su hallazgo. Él la miró fijamente entre los reflejos
del sol de media tarde. Espléndida, sonriente y brillante acariciando
entre sus manos ese doble directo de Los Secretos plagado de grandes
canciones de amor y desamor. La mujer de pelo castaño que solía cruzarse
en su camino mostraba ahora todos sus encantos portando en sus manos el
disco que mejor dibujaba sus sueños.
Hablaron
durante un rato. En el fondo se conocían de algo. Se observaban casi a
diario en la misma calle y con la misma pausa. Decidieron comprar el disco
a medias y compartieron todas esas canciones. Les alcanzó la noche y
seguían escuchando juntos una y otra vez "Sobre un vidrio
mojado", "Otra tarde" y "No supe que decir". Se
enamoraron y se emocionaron sin quererlo, acompañados por la voz
melancólica del desaparecido Enrique Urquijo. Al despedirse esa noche
ambos llevaban en la cabeza el "me miraste a los ojos y no supe que
decir".
Hoy
pasean juntos en las tardes más doradas y esperan con ilusión cada nueva
actuación de Los Secretos cerca de su ciudad. Prometieron su amor frente
al Mediterráneo al ritmo de un directo que no pasa de moda, de unas
canciones que parecen renovarse cada año, cada primavera.
Siempre
hay que tener en cuenta a Los Secretos. A los de hoy, a los de ayer y a
los de mañana.
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