Cuentas pendientes con el pasado
Llevo tiempo escuchándote, aunque últimamente te he escuchado menos. No sé, supongo que las cosas cambian: mi forma de entender la música (por mi trabajo), tu forma de entender la música (por tu carrera), y mi forma de entenderte a ti. Quizá me pasa contigo porque te tengo un especial cariño como artista. Porque te he visto decenas de veces en pequeñas salas, en teatros, en salas más grandes, en plazas al aire libre. Te he visto capeando contra viento y marea. Y ahora hay menos viento, y más marea.
Me da la sensación de que en este tiempo han cambiado algunas cosas: la gente que te rodea (debajo y sobre el escenario), tu actitud, incluso las canciones. No te culpo, es difícil ser siempre uno mismo cuando las condiciones cambian, y el viento sopla a tu favor, y arrastras a la marea humana. No culpo a los que te han descubierto, ni tampoco las formas (¿sólo se puede llegar a un artista de una forma estipulada?). Quizá un poco sí las formas en las que ese público te idolatra, no como los que te hemos admirado como creador, sino como fenómeno social (gritan guapo, ¿alguien que se pasa un año componiendo, con toda la ilusión y la energía centrada en sus canciones, sale a un escenario esperando que le griten guapo?).
Puede que sea un poco egoísta. Cuando sigues a un artista semidesconocido, sientes una unión quizá más fuerte que cuando compartes esa afición con todo el público de la plaza de Las Ventas. Aún recuerdo esa sensación.
Llegas a Galileo Galilei, un mes cualquiera, te sientas. Esa noche hay fútbol y la sala no está del todo llena. Hasta tus compañeros de escenario flojean, porque estamos en verano. Pero tienes lo esencial. Enciendes unas velas sobre el escenario, y con poco más que una guitarra, te lanzas a tus canciones. Así eras tú. Y ese tipo de conciertos son los que me hicieron crecer como público. Desnudando las canciones, arropándolas tú solo, mientras nosotros las susurrábamos para no romper la magia.
Ya no te paseas por Galileo. Ahora te vemos en sitios en los que antes no te llamaban. Es de bien nacido ser agradecido, entiendo que no hay que dejar pasar el tren. Pero sí hay que mantener algo vivo: el espíritu. Más allá de los vestidos, tú lo sabes más que nadie. Más allá de los amigos de moda, que vienen tan pronto como se van. Sólo tienes que ser fiel a ti mismo, y si puedes, a ese público que te acompañó porque creyó en ti cuando te hizo falta. Porque son los que estarán cuando las modas pasen, siempre que el músico que había permanezca.
Hoy he vuelto a escucharte, y he recordado todo eso. Hoy me he reconciliado contigo, con el tipo que creía en la desnudez de las cosas pequeñas. Ojalá nunca dejes de creer en ellas.