Pablo
M. V.
Pioneros
y paladines del modernismo español de la década, se agruparon en Barcelona
hacia 1981, tras un viaje de Ricardo ‘Ricky’ Gil a las
islas británicas que le liga para siempre con la iconografía mod.
Y es que lo de Brighton 64 era verdadera apología del mod
inglés, empezando por su evocador nombre y continuando por un sinfín de
muestras de apasionada militancia juvenil, llegando incluso a efectuar sus
primeros conciertos con una Union Jack presidiendo el escenario.
Con
el mencionado Ricky como bajista (con un Rickenbacker 4001, of
course), su hermano Albert a la guitarra rítmica, un efímero
vocalista y guitarrista (Dani) y un batería llamado Toni (que
sustituía en el puesto a un tal Quimo) B-64 da sus primeros
pasos musicales en la Ciudad Condal ayudando -sin duda- a la consolidación
de la joven escena local. Poco después, en 1982 graban un directo
para el programa de TVE ‘Musical Express’ junto a otras bandas
de su misma comarca; unas imágenes emitidas el 18 de julio de aquel año
y que hoy son todo un documento testimonial de los primeros tiempos del mod
catalán. Meses después, ya en 1983, registran su primer disco
para el sello barcelonés Flor y Nata (FYN), con Ricky
como vocalista tras el abandono de Dani y con Carles (guitarra
solista) recién incorporado al combo. Los temas registrados en aquel
primer vinilo (“Barcelona Blues”, “JP”, “La calle dónde
yo caí” y “Te da igual”) estaban grabados de forma
deficiente y ejecutados con una técnica bastante pobre; los solos de su
guitarrista (que había llegado a grabar con Los Intocables de
Loquillo) eran el único y dudoso alarde instrumental del disco y una
buena muestra de que aquel debut discográfico fue del todo precipitado.
Pero, a pesar de todo, la fiel concurrencia militante les apoya y el disco
se vende como rosquillas en toda España, lo que anima a FYN a
mantener al grupo en catálogo. Los inevitables cambios de formación
comienzan a sucederse, y Ricky y Albert llegan a formar Las
Novias, un grupo paralelo con un teclista y una cantante (María)
dando un respiro al proyecto de B-64. Pero, pocos meses después,
con la ayuda de Andrés, el batería de Killwatts (y más
tarde en Kamembert) los hermanos Gil registran un potente
single que demuestra que han aprendido bien la lección: Dos temas muy
bien escogidos de su propio repertorio (“Deja de tocar a mi chica” y
“No volverán”) una instrumentación bastante correcta en su línea
más Chords, buenas letras y unas voces mejor moduladas que en su
pobre carta de presentación discográfica. A finales de año B-64
toca en directo ante cientos de mods europeos en una concentración
internacional celebrada en Roma, pero el grupo no acaba de culminar
su estabilidad como banda.
Tras
varios devaneos con el grupo paralelo mencionado anteriormente y el
fantasma de la disolución pisándoles los talones, en 1985, Brighton
64 reaparece en el circuito musical sorprendiendo gratamente a todo el
público. Habían incorporado a Tino Peralbo como batería estable,
se notaban las lecturas de Tom Wolfe y mostraban más pulida su
–quizás- exacerbada pasión mod; su imagen rebasaba con creces
los tópicos (absolutamente todas sus portadas fueron siempre de primera
categoría) y, finalmente, empezaba a notarse su querencia por el pop-art
y el soul de la Tamla Motown y la Stax de los años
sesenta. Aquel año se publica su primer álbum, “Haz el amor”,
un excelente trabajo editado por Twins que, debido a su penosa
distribución, no cala del todo en el público. Pero lo mejor estaba por
llegar; consolidada su formación como cuarteto con Jordi Fontich
como teclista (hammond, piano y samplers de metales) en 1986
publican con EMI el maxi single “La casa de la bomba”,
detonante de su segundo álbum “El problema es la edad”. Temas
como los que dan título a los dos vinilos (ambos incluidos en el elepé)
y otros cortes como “El mejor cocktail”, “La ley del mínimo
esfuerzo”o “La calle 46 (Club Negro)”, entre otros, son
buenas muestras de que el grupo ha madurado y que su directo ya no tiene
nada que envidiar al de las mejores bandas de rock del estado.
Ya
en 1987 la banda barcelonesa lo tenía casi todo a sus pies, menos
a su disquera multinacional contenta. EMI esperaba más ventas de
aquellos vinilos, y una nula promoción no ayudó a solventar una crisis
que no tardó en hacer acto de presencia. Sin sello que les grabase y con
la veintena rebasada con creces, Albert y Ricky empezaron a
darse cuenta que existía vida al margen del movimiento mod, del
cual –en un principio- se fueron desvinculado poco a poco. A renglón
seguido, los hermanos Gil montaron otro combo llamado los Brigatones,
que a su vez daría paso a otra nueva banda, Matamala, con una línea
bastante cercana a los parámetros de su primera banda. No volvieron a
tocar en concentraciones de mods, pero, a su manera, siguieron
apoyando la escena estatal con la edición de discos recopilatorios de
bandas olvidadas y los nuevos trabajos de jóvenes promesas. Y todo ello
lo hicieron desde su propio sello, Al-eluia Records, ya entrada la
década de los 90. Pero eso ya pertenece a otra historia.
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