Siempre, La Botellita | Popes80
Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image

Popes80 | 26 abril, 2024

Scroll to top

Siempre, La Botellita

Siempre, La Botellita
Itxu Díaz

Algo distinto. Un olor, un sabor, un clima especial. Lo más difícil en el ocio nocturno. Crear escuela. Construir un clan. Fraguar una hermandad. A golpe de brindis y de canciones para toda la vida. Lo hicieron. La Botellita. Lo consiguieron. ¿Cómo olvidarlo solo porque ya no estén en nuestra esquina, ni en el otro barrio, ni más allá? Se avecina una noche de aullidos pop y poca nostalgia, porque es la fiesta de un juventud aún viva, aún joven, actualizando una versión del templo del Madrid de los dosmil.

Todo ocurrió al caer el milenio del calendario. Yo estaba allí. Suerte la mía. Más suerte aún cruzarme con Alberto G. Valdegrama, responsable de programación, sonrisas y milagros en aquella Botellita, y que ya no me ha abandonado en ningún guerra particularmente cruenta, incluidas las presentaciones de mis libros y sus fiestas y viceversa. Todo aquello fue una inmensa fiesta. Todo estaba lleno. Todos los rostros eran conocidos. Todo Madrid con alma, estilo musical y buen gusto pasaba por allí cada fin de semana.

Hará unos meses me llamó Alberto para contarme lo que se traía entre manos: el despertar de La Botellita, cima emocional y festiva de una generación que ha crecido demasiado deprisa, que es la nuestra, y que sea como sea y esté metida en lo que esté metida, necesita urgentemente detenerse, tomar aire y alzar una copa en su bar, para recordar a los de ayer, que como en la canción de Celtas Cortos «han cambiado», pero que, como en casi todas las canciones, siguen estando ahí para lo que necesites.

En Serrano -mi Botellita preferida- y en Joaquín Costa tuve la fortuna de poner música en unas cuantas fiestas de Popes80, constatando que hubo un tiempo en que todo Madrid era un homenaje al pop español y que cualquier otra invasión musical estaba condenada al fracaso. Hubo un tiempo en el que los del pop fuimos legión y alzamos altas fronteras en torno a nuestros locales de moda, y podíamos bailar de barrio a barrio danzando entre las barras de las Botellitas y cantando canciones de Amaral, Pereza, Hombres G, Un pingüino en mi ascensor, El Canto del Loco, Los Limones o de Nacha Pop, sin la extraña sensación de estar brincando de generación entre tema y tema, sino con la confianza que da la unión y la fuerza del grito unánime de una sala de moda; que rara vez coinciden la calidad y el buen gusto con la moda: La Botellita fue la excepción del comienzo del siglo XXI.

Hay voces que no han dejado de sonar desde entonces. Son muchas las que en los primeros años del siglo -hace nada- dieron luz a aquel escenario en su programación semanal de directos que tantos recordamos con emoción, pensando en que artistas grandes y pequeños tuvieron a sus pies el mejor público de Madrid durante un buen puñado de años en la mejor sala. Tal vez la canción que Los Limones dedicó a La Botellita tenga algo de profético, ahora que releo las promos de la fiesta El Reencuentro, cuando Santi Santos cantaba eso de: «siempre hay alguien a tu lado / siempre hay un buen plan… siempre hay una Botellita más».

El sábado 22 se estrena en el Invernadero de Las Ventas el reencuentro de todo esto, de los que un día sostuvieron, vivieron e hicieron fama de La Botellita. Es una gran noticia este formato modernizado, nostálgico, y pensado específicamente para aquella Generación Botellita, que fue como una gran familia, que un día soñó con colgar los apuntes y despuntar en algún lugar del planeta, en cualquier destino profesional, pero que en todo caso nunca estuvo dispuesta a hacerlo antes de bailar toda la noche –una noche más- en La Botellita. Era la noche de ayer como será la del sábado. En busca de aquel grito de todos, y que sea la mecha de algo grande, muy grande, inmenso. Algo, como por ejemplo un reencuentro generacional, un machetazo al tedio nocturno contemporáneo.