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Popes80 | 26 abril, 2024

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Itxu Díaz: «El optimismo militante no te hace más feliz, solo más gilipollas»

Itxu Díaz: «El optimismo militante no te hace más feliz, solo más gilipollas»
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Una entrevista de Alberto G. Valdegrama.

Esta semana llega a las librerías, Todo iba bien, nuevo de Itxu Díaz. Un breve ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, editado por Encuentro. Es el décimo libro del autor y director de POPES80.com, y toma el relevo al exitoso Nos vimos en los bares. Hoy nos acercamos a este nuevo libro, a la venta desde el 1 de octubre.

Se podría pensar que en este libro haces apología de la infelicidad, la tristeza, el dolor… pero naturalizándolo.
No pretendo juzgar la tristeza de nadie. Ni reivindicarla. Los hombres aspiramos a la felicidad. Incluso los escritores. Con este libro, al principio, mi propósito fue descriptivo, tal vez solo para decirle a quien esté en el callejón oscuro: ¡yo también estuve allí! Si algo exaspera a todos los que lo están pasando mal es ese tipo de libros mágicos que te dicen: “venga, anímate, sé feliz, que la vida son dos días, no seas tóxico…”. Si pudieran, le contestarían al autor, con toda razón: “disculpe, ¿es usted idiota?”.

En Todo iba bien hablas del sufrimiento y la felicidad de manera muy plástica. ¿Ha sido un ejercicio doloroso su escritura?
Para mí, escribir nunca es un placer. El placer es terminar de hacerlo. La mayoría de las veces se parece más a una tortura. Sin embargo, en este libro hay una comunión especial con el lector, de algún modo sufrimos juntos y reímos juntos página a página.

¿Qué hubiera sido de la música y las artes sin la tristeza y la melancolía de ciertos artistas, escritores, músicos…?
Una pérdida inmensa. Definitivamente, el mundo sería un lugar menos feliz sin la tristeza.

¿La introspección es una ayuda dolorosa para reconocer que somos vulnerables?
Pascal dejó escrito que “toda la desdicha de los hombres proviene de una sola causa: no saber permanecer en reposo, en un cuarto”. Es aquello que contaba un jovencísimo Enrique Urquijo en Mi peor enemigo, de Los Secretos. Y los clásicos nos enseñan que mirar hacia nuestro corazón es doloroso pero sanador. En el capítulo La conquista de la soledad trato un tema tan antiguo como el mundo, y tan moderno como el mundo: el ruido y el silencio.

La depresión es una de las enfermedades más frecuentes y se estima que afecta a 300 millones de personas. En España, cada dos horas y media alguien se quita la vida. ¿Qué falla? 
La respuesta la tendrán los especialistas en psiquiatría. He tenido mucho cuidado en este libro en no meterme en aspectos de los que solo debe ocuparse la medicina. Sin embargo, hay algo más: la certeza de que en un mundo obsesionado con la salud y el bienestar, no estamos preparados para la tristeza. Ante el dolor somos siempre náufragos ganando a duras penas la marea.

Hay cierta tendencia al distanciamiento con los que se muestran desesperanzados o pasan por una mala racha.
A veces es mejor distanciarse que pretender solucionar la tristeza ajena entrando como elefante en cacharrería en las profundidades de otro. En Todo iba bien intento también describir lo que siente alguien que está hundido, para que los que le rodean puedan comprenderlo mejor.

¿Nos salvaguardaríamos de nosotros mismos siendo personas optimistas?
El optimismo militante no te hace más feliz, supongo que solo te vuelve un poquito más gilipollas. El pesimismo militante es igual de cansino. La vida es más bien algo ácido con esplendorosos momentos de dulzura. En nuestro corazón late algo parecido a una huella, a un viejo anhelo de felicidad. Supongo que seguir esa brújula sin perder de vista la acidez es lo prudente.

¿Cómo podemos sobrevivir a la tristeza de una pandemia?
Doy algunas pistas en el último suspiro del libro, porque la pandemia me sorprendió escribiendo sobre melancolías y desesperanzas. De ahí el capítulo El año sin primavera, dedicado a este extraño 2020. ¿Qué podría decirte? El dolor nunca tiene la última palabra.